De moreno y prolongado semblante,
con su espesa y canosa barba.
De acentuadas y evidentes arrugas,
como surcos destacados en sus lienzos,
huella inequívoca de un penoso tránsito ,
por la senda de su confusa existencia.
con su espesa y canosa barba.
De acentuadas y evidentes arrugas,
como surcos destacados en sus lienzos,
huella inequívoca de un penoso tránsito ,
por la senda de su confusa existencia.
Cada madrugada, muy de madrugada,
en el banco callejero se establece,
junto a sus pinceles y láminas,
con esbozos y pinturas inconclusas.
Su única compañía, un sonido desacoplado,
que sale de su antiguo y ruinoso transistor.
Con mirada extraviada y ausente, pensativo,
calada tras calada, agota el pitillo.
Se halla en su enrevesado y difuso mundo,
sin reparar en las inclemencias del momento,
quizás recordando con sentida añoranza,
al pintor de antaño, que fue, pero ya no es.
Al advertir mi cauteloso tránsito,
sus saltones y azulados ojos me siguen,
alertado, sin pestañear, como hechizado,
contestando con un escueto y huraño "hola",
ante mi afable y espontáneo saludo,
pero manteniendo su habitual suspicacia.
Paco Fernández
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Paco Fernández