Desde siempre, creo que los seres humanos, en general, nos hemos empeñado en juzgar a las demás personas ante un comportamiento o una determinada actitud de estas, sin conocer a fondo las circunstancias o eventualidades por las cuales se inclinaban por esa forma de actuar y no por otra. Es algo innato en el hombre: siempre estamos juzgando, valorando, según nuestra opinión, a los otros. Existen personas que son unos auténticos “profesionales”, enjuiciando todo comportamiento, tanto de los conocidos como de los que no. Para ellos, todo es reprochable, censurable; sin pensar, por un momento que, si ellos se mirasen el ombligo, se contemplasen a sí mismos por un momento, quedarían muy mal parados.
Quiero, con este artículo, establecer un momento de reflexión, muy especialmente, sobre las personas que se pueden encontrar en una situación límite, agobiadas de verdad, sin saber qué hacer y con ganas de “ echar a correr “, escapar y desaparecer, con deseos de comenzar una nueva vida en un lugar diferente y lejos de donde han estado hasta ahora. Esta gente, aunque no lo parezca, existe y, sobretodo, en esta época que nos ha tocado vivir con una crisis económico-financiera a nivel mundial que parece no tocar fondo y que cada vez asfixia más, fundamentalmente, a las familias más modestas.
Creo que, en ocasiones, a todos nos ha llamado la atención ver en algunos medios de comunicación casos en los que algunas personas llegaban a materializar sus deseos de esfumarse, de desaparecer, iniciando una nueva andadura en otro lugar. Incluso, algunos, podemos ser conocedores de algún suceso de este tipo.
Nuestra tendencia, casi siempre, suele ser el de emitir un juicio pensando que son raras, infantiles, de no tener " dos dedos de frente "; incluso, algunas veces, podemos inventarnos suposiciones sobre si tendrá deudas, de si habrá conocido a alguien inapropiado, etc. Nuestra inventiva que, por otra parte, según se propaga, se trasforma y se hace más increíble, no tiene límites.
Pues bien, en mi opinión, para poder juzgar el comportamiento ajeno, sobre todo, con graves problemas, antes, es necesario pasar por lo mismo, estar en esa misma situación, ponernos en la piel del que lo padece. Ninguno de nosotros tiene la certeza de saber cómo se comportaría o actuaría ante un mal momento, ante una situación extrema, ante una gran desesperación. Por lo tanto, creo que no tenemos derecho a prejuzgar a los otros al actuar como lo hacen. No conocemos el asunto a fondo y ello nos impide entender totalmente la problemática como para opinar.
Por otra parte, un mismo problema para dos personas diferentes, les hará actuar de forma desigual, según su personalidad, según su punto de vista, según las experiencias por las que ha pasado a lo largo de su vida... Algo que para uno es muy importante y le desespera, para otro, en la misma situación, quizás, lo puede encarar de diferente manera y, en vez de agobiarse, intenta buscar una solución, una salida. … O, simplemente, pide ayuda a un amigo para salir de ese “ mal bache “.
Para terminar, una frase del gran escritor, poeta y dramaturgo irlandés Oscar Wilde (1854-1900) :
“ Si nosotros somos tan dados a juzgar a los demás, es debido a que temblamos por nosotros mismos “.
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Paco Fernández