Un asesino siempre será un asesino. Continuará, sin remedio, siendo un criminal toda la vida, hasta su irremediable muerte.
Puede arrepentirse de sus hechos, pedir perdón a los familiares de sus víctimas, cumplir con la pena que le haya impuesto la justicia. Pero, aún así, no será capaz de desprenderse de su condición de asesino.
Alguien que ha podido arrebatar a otro ser humano su bien más preciado, su propia vida, jamás podrá hacer "borrón y cuenta nueva". Algunas decisiones, una vez ejecutadas, ya no tienen remedio. No existe reparación posible del mal realizado. El arrepentimiento, siempre tardío, esta bien, pero de nada sirve para las víctimas.
En España, a través de los medios de comunicación, recientemente, hemos conocido a un personaje que ha sido integrante activo de la banda terrorista ETA, en cuyo nombre, según él mismo cuenta, cometió múltiples asesinatos. Se le juzgó y fue sentenciado a 203 años de cárcel, de los cuales, tan sólo cumplió 21, al aplicársele una sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
Tas su salida de prisión, se ha convertido en un hombre libre y, legalmente, ha cumplido con la sociedad. El tiempo que pasó entre rejas, le permitió escribir un libro, donde, según dice, se muestra arrepentido de lo que ha hecho, reniega de su pasado terrorista y narra su estancia dentro de la banda. Al oírlo hablar, a uno, le invade una extraña sensación. El tipo, se expresa de tal manera que, en vez del sanguinario verdugo que fue, más parece tratarse de una víctima, una víctima de su etapa juvenil, del sistema imperante en la España de aquellos años o de la sociedad de la época. Según afirma, las circunstancias le obligaron a entrar en ETA. Eso dice. Excusas, todas ellas, para justificar lo injustificable. Lo cierto es que, para hacer lo que hizo, dejando tras de sí la muerte, el dolor y el sufrimiento en gran número de familias, es necesario estar dotado de un alto nivel de odio y de maldad.
Lo vergonzoso y profundamente lamentable, aparte de lo repugnantes que, sin duda, resultan sus asesinatos, es que haya realizado una "tournée" por platós de televisión y por las sedes de grandes medios de comunicación - incluidos los públicos, los que los todos los españoles pagamos con nuestros impuestos - promocionando su libro. Ha sido entrevistado como si se tratara de una estrella de cine. Incluso, en determinadas ocasiones, algún que otro entrevistador, parecía mostrar cierto grado de comprensión y empatía hacia él.
No pretendo dejar aquí la sensación de que hablo de venganza, de rencor, de pena de muerte; ni siquiera, de cadena perpetua. Simplemente, a cada cual, lo hay que situar en su justo lugar. Estamos hablando, no de un afamado escritor, ni de un sabio o experto profesional, digno de ser escuchado y del que se puede obtener algún tipo de conocimiento. Me parece vomitivo el hecho de que se le permita utilizar un sólo minuto de tiempo para publicitar su libro. Se trata de un asesino, que ha cumplido su pena de cárcel - gracias a las leyes de este país, leyes en las que, ni él, ni su grupo terroristas, creían - pero que, mientras viva, llevará siempre como signo identificativo la etiqueta de asesino. No podrá despojarse de ella. Esté donde esté y haga lo que haga. Así de claro.
Puede arrepentirse de sus hechos, pedir perdón a los familiares de sus víctimas, cumplir con la pena que le haya impuesto la justicia. Pero, aún así, no será capaz de desprenderse de su condición de asesino.
Alguien que ha podido arrebatar a otro ser humano su bien más preciado, su propia vida, jamás podrá hacer "borrón y cuenta nueva". Algunas decisiones, una vez ejecutadas, ya no tienen remedio. No existe reparación posible del mal realizado. El arrepentimiento, siempre tardío, esta bien, pero de nada sirve para las víctimas.
En España, a través de los medios de comunicación, recientemente, hemos conocido a un personaje que ha sido integrante activo de la banda terrorista ETA, en cuyo nombre, según él mismo cuenta, cometió múltiples asesinatos. Se le juzgó y fue sentenciado a 203 años de cárcel, de los cuales, tan sólo cumplió 21, al aplicársele una sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
Tas su salida de prisión, se ha convertido en un hombre libre y, legalmente, ha cumplido con la sociedad. El tiempo que pasó entre rejas, le permitió escribir un libro, donde, según dice, se muestra arrepentido de lo que ha hecho, reniega de su pasado terrorista y narra su estancia dentro de la banda. Al oírlo hablar, a uno, le invade una extraña sensación. El tipo, se expresa de tal manera que, en vez del sanguinario verdugo que fue, más parece tratarse de una víctima, una víctima de su etapa juvenil, del sistema imperante en la España de aquellos años o de la sociedad de la época. Según afirma, las circunstancias le obligaron a entrar en ETA. Eso dice. Excusas, todas ellas, para justificar lo injustificable. Lo cierto es que, para hacer lo que hizo, dejando tras de sí la muerte, el dolor y el sufrimiento en gran número de familias, es necesario estar dotado de un alto nivel de odio y de maldad.
Lo vergonzoso y profundamente lamentable, aparte de lo repugnantes que, sin duda, resultan sus asesinatos, es que haya realizado una "tournée" por platós de televisión y por las sedes de grandes medios de comunicación - incluidos los públicos, los que los todos los españoles pagamos con nuestros impuestos - promocionando su libro. Ha sido entrevistado como si se tratara de una estrella de cine. Incluso, en determinadas ocasiones, algún que otro entrevistador, parecía mostrar cierto grado de comprensión y empatía hacia él.
No pretendo dejar aquí la sensación de que hablo de venganza, de rencor, de pena de muerte; ni siquiera, de cadena perpetua. Simplemente, a cada cual, lo hay que situar en su justo lugar. Estamos hablando, no de un afamado escritor, ni de un sabio o experto profesional, digno de ser escuchado y del que se puede obtener algún tipo de conocimiento. Me parece vomitivo el hecho de que se le permita utilizar un sólo minuto de tiempo para publicitar su libro. Se trata de un asesino, que ha cumplido su pena de cárcel - gracias a las leyes de este país, leyes en las que, ni él, ni su grupo terroristas, creían - pero que, mientras viva, llevará siempre como signo identificativo la etiqueta de asesino. No podrá despojarse de ella. Esté donde esté y haga lo que haga. Así de claro.
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Paco Fernández