Verter duras críticas sobre un determinado asunto, sin llegar a manifestar siquiera, y de un modo claro, algunos argumentos que avalen esa postura, hacerlo sin más, simplemente porque es lo que se lleva, porque tal vez sea la opinión mayoritaria, no me parece lo más razonable y acertado. Diría más, a mi juicio, se trata, únicamente, de una actitud ingenua y poco inteligente.
Aunque sólo sea por dignidad, debemos disponer de nuestra propia personalidad, todos y cada uno de nosotros, sin excepciones. Como seres humanos que somos, dotados de raciocinio, nuestro comportamiento ha de ser, en todo momento, el de unos auténticos "espíritus libres", capaces de pensar por nosotros mismos, sin permitir que otros se adueñen de nuestras ideas, más o menos elaboradas, que nos las contaminen, que nos manipulen, evitando en todo momento, adoptar como nuestros, determinados criterios que, en honor a la verdad, nos han sido impuestos, al mostrarnos una realidad tergiversada, mangoneada al antojo de unos pocos, para beneficio de sus propios intereses.
Actualmente proliferan por doquier personajes mediáticos, habilidosos maestros del arte de la oratoria, que vociferan, que se presentan ante la ciudadanía como los auténticos y únicos mesías del siglo XXI, capaces de solucionar cada uno de los problemas, cada una de las situaciones personales o familiares que los demás podamos estar soportando, independientemente de que sean más o menos complicadas. Ellos y lo que representan tratan de convencernos de su bondad y de su buen hacer, de sus maravillosas intenciones para ponerse manos a la obra y mejorar, de un modo casi altruista, la calidad de vida de todos. Para transmitirnos esta idea, utilizan mensajes populistas, resaltando machaconamente aquello que saben que gusta oír a su público y ocultando lo que verdaderamente puede ir en contra de la consecución de sus ansiados y, seguro que lucrativos, objetivos.
No obstante, insisto en mi idea original para este post: ante tanta charlatanería barata, la mayor parte de las veces, sin una base lógica y coherente que la apoye, debemos estar preparados y ser muy reflexivos, convirtiéndonos en unos minuciosos analistas de los discursos y de las acciones de estos “iluminados”, evitando, en todo momento, que anulen por completo nuestras ideas, nuestra forma de pensar, razonada y lúcidamente meditada. De no hacerlo así, corremos el riesgo de que nos ocurra algo parecido a lo que le pasó a la buena de caperucita, que en vez de tener en frente a la indefensa y frágil abuelita, tengamos a un lobo feroz disfrazado, deseoso de devorarnos, con sus fauces ya preparadas para comernos. En ese momento, las lamentaciones ya no tendrán sentido. Aunque lo deseemos, la rectificación ya no será una opción.
Es mi opinión. Se puede estar de acuerdo o en desacuerdo. Tanto, en un sentido como en otro, agradezco cualquier comentario, lo cual, seguramente, será enriquecedor para mí. Muchas gracias por leerme y un fuerte abrazo. Hasta la próxima entrada, espero que de interés para todos.
PACO FERNANDEZ
Aunque sólo sea por dignidad, debemos disponer de nuestra propia personalidad, todos y cada uno de nosotros, sin excepciones. Como seres humanos que somos, dotados de raciocinio, nuestro comportamiento ha de ser, en todo momento, el de unos auténticos "espíritus libres", capaces de pensar por nosotros mismos, sin permitir que otros se adueñen de nuestras ideas, más o menos elaboradas, que nos las contaminen, que nos manipulen, evitando en todo momento, adoptar como nuestros, determinados criterios que, en honor a la verdad, nos han sido impuestos, al mostrarnos una realidad tergiversada, mangoneada al antojo de unos pocos, para beneficio de sus propios intereses.
Actualmente proliferan por doquier personajes mediáticos, habilidosos maestros del arte de la oratoria, que vociferan, que se presentan ante la ciudadanía como los auténticos y únicos mesías del siglo XXI, capaces de solucionar cada uno de los problemas, cada una de las situaciones personales o familiares que los demás podamos estar soportando, independientemente de que sean más o menos complicadas. Ellos y lo que representan tratan de convencernos de su bondad y de su buen hacer, de sus maravillosas intenciones para ponerse manos a la obra y mejorar, de un modo casi altruista, la calidad de vida de todos. Para transmitirnos esta idea, utilizan mensajes populistas, resaltando machaconamente aquello que saben que gusta oír a su público y ocultando lo que verdaderamente puede ir en contra de la consecución de sus ansiados y, seguro que lucrativos, objetivos.
No obstante, insisto en mi idea original para este post: ante tanta charlatanería barata, la mayor parte de las veces, sin una base lógica y coherente que la apoye, debemos estar preparados y ser muy reflexivos, convirtiéndonos en unos minuciosos analistas de los discursos y de las acciones de estos “iluminados”, evitando, en todo momento, que anulen por completo nuestras ideas, nuestra forma de pensar, razonada y lúcidamente meditada. De no hacerlo así, corremos el riesgo de que nos ocurra algo parecido a lo que le pasó a la buena de caperucita, que en vez de tener en frente a la indefensa y frágil abuelita, tengamos a un lobo feroz disfrazado, deseoso de devorarnos, con sus fauces ya preparadas para comernos. En ese momento, las lamentaciones ya no tendrán sentido. Aunque lo deseemos, la rectificación ya no será una opción.
Es mi opinión. Se puede estar de acuerdo o en desacuerdo. Tanto, en un sentido como en otro, agradezco cualquier comentario, lo cual, seguramente, será enriquecedor para mí. Muchas gracias por leerme y un fuerte abrazo. Hasta la próxima entrada, espero que de interés para todos.
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Paco Fernández