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Con esta entrada, me salgo totalmente de la temática abordada habitualmente en este Blog. En ella publico un relato de carácter romántico. Esta es mi aportación al RETO que nos hemos propuesto un grupo de amigos/@s, aprovechando el mes de febrero, cuyo día 14 se celebra la festividad de San Valentín, día del Amor y de la Amistad.
Podéis leer más información sobre este reto en el Blog "Acompáñame". También es posible acceder a él pinchando en el banner que figura al pié de este post.
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Hasta aquella mañana, …hasta entonces, Sara,
no se había sentido una chica muy afortunada, más bien, todo lo contrario. Vivía
en un viejo caserón de tres plantas, en su pueblo, en la costa, con sus padres.
Su progenitor, un hombre carente de cultura, y dedicado a trabajar la madera en
el monte, era un ser despreciable, arisco, irritable, siempre encrespado y de
mal humor. No se hablaba ni tenía relación con ninguno de sus vecinos más
próximos.
Para él, su hija era “su propiedad”. Le tenía prohibido
relacionarse con otras chicas y, por supuesto, no permitía que tuviese
el más mínimo contacto con chicos. Le repetía constantemente que no le
convenían, que eran unos vagos. Que no permitiría que ellos fuesen su
perdición. Era muy tajante cuando le insistía:
- Haré lo que
sea para librarte de ellos. Yo sé lo que te conviene. Yo, sólo yo, cuidaré de
ti y de tu madre.
Esta, por su parte, era una buena mujer: compasiva,
bondadosa, entregada por completo a las tareas propias del hogar, pero muy dócil
y sumisa con su marido. Desde que lo conociera, lo había aceptado como
era, resignándose a su situación y, por todos los medios, trataba de
transmitirle a Sara la idea de que los hombres mandaban, que su única
obligación como mujeres, era entregarse a ellos y obedecerles.
- Fuimos
creadas por Dios – le decía -, para traer hijos al mundo y para ocuparnos
de ellos y de nuestros esposos, a los que debemos tener siempre un total
respeto, sin poner en cuestión cualquiera de sus decisiones.
- Aunque tu
padre sea duro contigo, piensa que todo lo que hace, es por tu bien,
porque quiere lo mejor para ti.
Sin embargo Sara, a pesar de haber crecido en
aquel ambiente horrendo y hostil, nada favorable, había desarrollado una
personalidad propia, muy bien definida. Era consciente de que su padre le había
privado de tener una infancia y una juventud normales, como cualquier otra
chica. Sin embargo, ella sabía que existía algo que él nunca podría arrebatarle ni prohibirle:
su libertad de pensar, de imaginar, de fantasear, de soñar. Porque así era, en
realidad, nuestra amiga: UNA GRAN SOÑADORA. …Y, estaba muy segura, con toda certeza, que un
día, esos sueños, se llegarían a convertir en realidad. Su convencimiento era total.
Sus ideas nada tenían que ver con las de su padre; más bien, todo lo contrario: ella creía en el ser humano, en el hombre bueno, sensible y cariñoso, capaz de abrazar a
una chica con delicadeza, con ternura, haciéndole sentirse una verdadera
princesa. Para Sara, había chicos estupendos, con un gran corazón, capaces de
entregarse por completo al amor de una mujer, desviviéndose por complacerla,
queriéndola y amándola. Chicos sinceros, afectuosos y apasionados.
Aquella mañana primaveral, ya desde primeras
horas del día, lucía un sol espléndido, radiante. Muy temprano, Sara,
aprovechando la ausencia de su padre, se dirigió, como solía hacer a menudo, hacia
su refugio, a lo que ella consideraba su “lugar de escape”: LA PLAYA. Allí se
sentía viva, reconfortada, animada. Para ella, este era un espacio mágico, muy
especial, donde daba rienda suelta a sus sueños, a sus ilusiones y esperanzas. En
ella se encontraba muy tranquila y relajada, con la autoestima elevada y con
una gran seguridad en sí misma y en sus posibilidades y valías. Disfrutaba de aquel paraje
natural, lleno de belleza y agradables sonidos, donde al fin encontraba, aunque parezca un contrasentido, el
“silencio”, la paz; aquellos momentos constituían para ella una
auténtica terapia.
Sentada sobre una pequeña roca, pensativa, contemplando
abstraída aquel hermoso panorama, de
pronto, percibió que no se encontraba sola. A pocos metros, de pié, sobre la arena, un chico muy apuesto,
elegante, la observaba con disimulo. Al verse “pillado”, por un momento dudó, pero, al fin, decidió acercarse para saludarla y presentarse. Su forma de hablar era muy refinada, educada. Parecía muy buena persona. Su
nombre era Damián y, por lo que le dijo, hacía muchos años, el pueblo había sido
su lugar de veraneo. Los recuerdos que tenía de aquellos tiempos eran excelentes por
lo que había sentido la necesidad de acercarse para volver a contemplar de
nuevo aquel lugar tan entrañable.
Pronto se encontraron los dos paseando a lo
largo de la playa y charlando. Así
estuvieron un gran rato. La iniciativa de la conversación la llevaba Damián. Como
profesor universitario, se notaba que se le daba bien expresarse, hablar. Sara, por su parte, escuchaba atentamente con gran interés todo lo que él le contaba. Se encontraba muy cómoda con todo lo que le decía: que si la facultad, que si sus competiciones de natación, que si
sus amigos de la época de veraneo, que si las fiestas de Ntra. Sra. del Carmen, patrona del pueblo,durante el mes de Julio,… ¡Qué recuerdos!. Los dos parecían sintonizar muy bien. Se les notaba disfrutando de aquellos momentos. Estaban muy a gusto. Hasta el punto que, a la hora de despedirse, decidieron
volver a verse en el mismo lugar al día siguiente. …Y, así lo hicieron también
en días sucesivos.
Tras varios encuentros, nuestra amiga, ya
tenía con Damián la suficiente confianza como para contarle un poco de su vida, en su
casa, con su padre, el tipo de persona que era y su difícil carácter. Por primera vez podía hablar de ello con alguien que la escuchaba con gran comprensión. Al
fin, se estaba desahogando.
Durante uno de sus largos paseos, su nuevo amigo sacó como tema un acontecimiento acaecido durante su
último verano en el pueblo que hizo recordar algo a Sara. En cierta ocasión, su madre, había intentado hablar de algo que su padre le recriminó; es más, le prohibió volver a sacar a relucir aquel asunto. Sólo sabía que
tenía que ver con un problema que ella, Sara, había tenido de niña, allí mismo, en la playa, estando bañándose con su tía.
Fue entonces, en ese preciso momento, cuando Damián se dio
cuenta de quién era en realidad aquella chica que había conocido, y decidió contarle
toda la historia, aquella historia que su padre no quería que ella supiera.
Parece ser que aquel año, aquel último veraneo, cierto día, en la playa, Damián, comenzó a oír un gran griterío en la orilla, comenzando a agolparse gran cantidad de gente. El y sus amigos se acercaron y vieron a unos
metros, mar a dentro, una pequeña lancha de recreo, donde una chica gritaba desconsoladamente.
Nuestro amigo, por un momento le pareció ver, a alguien o algo flotando a poca distancia de aquella barquita. No se lo pensó dos veces y, comenzó a correr,
lanzándose al agua y nadando hacía ella. Como buen nadador que era, recuerda que daba unas enormes
brazadas como las que posiblemente no volvió a dar en su vida. Cuando llegó, pudo
comprobar que, medio sumergida, se encontraba una pequeña, una niña. Estaba inconsciente. Como
pudo, la tomó entre sus brazos y, en un primer momento, la intentó reanimar
pero pensó que era mejor estar en tierra firme por lo que decidió sacarla del
agua. Una vez en la arena, comenzó a practicarle la Reanimación Cardiopulmonar, es decir, combinaba la Reanimación Pulmonar, insuflándole aire de boca a boca con el Masaje Cardiaco, oprimiendo varias veces seguidas el pecho con las palmas de las manos, una sobre la otra. …Así lo hizo durante un buen rato hasta que aquella pequeña, para alegría de todos, comenzó a
toser y a llorar muy asustada. Por fin, estaba fuera de peligro.
Esta historia, conmovió enormemente a Sara y,
más aún, si cabe, cuando Damián, le comentó que su padre, al llevarla a su
casa, no le dio ni las gracias. Simplemente se limitó a mirarle de arriba abajo
y le dijo:
- Total, si
no estuvieses tú, la sacaría del agua cualquier otro
A partir de aquel instante, los encuentros entre Sara y Damián, se hicieron cada vez más frecuentes y con una duración mayor en el tiempo. A ambos se les veía muy ilusionados. Sabían lo que querían y, llegado el momento, comenzaron a hablar de su futuro, de un futuro en común.
Por lo tanto, creyeron conveniente ir a la casa de Sara a explicarle a su padre los planes que tenían, a pesar de que eran conscientes de que no le iban a gustar.Damián fue muy mal recibido, pero no le
importó. En el transcurso de la corta conversación que tuvo con aquel hombre, le dijo:
- No vengo a
aquí para pedirle permiso. Solo he venido a explicarle lo que vamos a hacer
Sara y yo. Nos queremos y tenemos pensado casarnos. Para nada nos importa su opinión.
A partir de ese momento, los dos se veían
todos los días y en poco tiempo decidieron contraer matrimonio. Fruto de aquella unión, nacieron tres hijos, 2 varones y una chica.
En
la actualidad, continúan siendo muy felices y suelen, junto con sus
hijos, veranear en el pueblo, dando largos y tranquilos paseos por aquella
playa, la playa de aquel bendito y maravilloso REENCUENTRO.
FIN
El libro en formato ".PDF" con todos los relatos participantes en el Reto de San Valentín, lo podéis abrir pinchando en la siguiente imagen:
Libro en formato .PDF |
Una vez abierto el fichero, se puede guardar una copia en el ordenador.
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Hola Paco, vengo de parte de Acompáñame para agradecerte y recoger el relato.
ResponderEliminarYa estás puesto en la sección retos del blog y más vale tarde que nunca, aplicaste el dicho perfectamente con tu aporte.
Un abrazo amigo.