martes, 24 de mayo de 2016

165. INOCENCIA PERDIDA

Yo, ...abrazado a mi pelota
Recuerdo que, siendo niño, tenía una bonita pelota. También recuerdo, con satisfacción, su color. Era azul. Pero no un azul cualquiera, ...no, ...era un azul clarito, concretamente un azul celeste, el color de la relajación. Se dice de este color que posee la cualidad de transmitir tranquilidad y sosiego. Por si esto fuera poco, también tenía unos grandes y redondeados lunares blancos, el color más neutro, el de la pureza.

Aquella pelota, no era una simple pelota; para mí representaba algo más, muchísimo más que eso. Era, además de mi confidente,  mi compañera, mi compañera de juegos, de unos juegos que yo, siendo el más pequeño de tres hermanos,  practicaba en solitario. La verdad es que no recuerdo mucho más de aquella pelota. Tampoco es que me haga mucha falta porque lo más importante, lo que permanece en mi memoria, con total claridad, es que existió, que no fue el producto de mi imaginación infantil y que el cariño que hacia ella sentía era absoluto, desempeñando, años más tarde, durante la conflictiva etapa de transición a la edad adulta, una enorme influencia en el desarrollo de mi personalidad, llegando, hoy en día, a ocupar un lugar importante entre los abundantes recuerdos de mi feliz infancia.

A la pelota, la consideraba mi mejor amiga, ...una excepcional amiga..., de esas que nunca te fallan, de las que permanecen siempre a tu lado, en los momentos buenos  y en los malos, a las que jamás tienes algo que ocultar. Aquella pelota conocía, con gran lujo de detalle, mis enfados, mis inquietudes infantiles, mis temores - ...abundantes, por cierto, durante aquella etapa de mi vida -, mis alegrías, mis aventuras y desventuras,..., incluso, mis proyectos de futuro. Juntos hemos compartido una buena cantidad de experiencias, juntos hemos reído y juntos hemos llorado. Nadie llegó jamás a sospechar, ni lo más mínimo, de la existencia de aquella especial relación entre mi pelota y yo, mantenida en secreto hasta ahora. ¡Qué momentos tan dichosos!. ¡Cuánto la echó de menos!. Por cierto, de un día para otro , despareció, no volví a verla. Supongo que haya ido a parar a las manos de otro niño. Espero, al menos, que haya tenido con él un relación similar a la que tuvo conmigo.

Ahora que lo pienso, es una lástima que, según crecemos - las personas -, según vamos adentrándonos en la llamada "edad adulta", por cierto, una edad tenebrosa pero, a la vez, importante, con todo tipo de obligaciones y de responsabilidades - algunos dicen que no, que es una etapa, sólo, llena de derechos -, ...es una lastima, decía, que nos cueste encontrar a una "pelota" como la que yo tenía siendo un niño, a un semejante, con la mitad de aquel grado de compañerismo, de amistad, de bondad, de empatía. 

Según nos hacemos mayores, tendemos a ir más "a lo nuestro", a ser egoístas, sin prestarle atención a lo verdaderamente importante, a aquello que valoramos de niños, cuando aún no hemos perdido la inocencia, cuando soñamos, cuando volamos sobre un mundo mágico pero un mundo, al fin y al cabo, y esto es lo importante, que nos hace muy felices, que nos permite vislumbrar la vida en todo su esplendor, que nos muestra la belleza de ésta, una vida que nos ha sido regalada y en la que estamos por pura casualidad, de paso y durante un tiempo limitado, excesivamente limitado. Esto, esta forma de proceder nuestra, tan extraña, debe de ser consecuencia de lo que tantas veces he oído hablar por ahí, ...de la estupidez humana. 

No obstante, todos deberíamos ser persistentes, buscar, de por vida, sin desfallecer, al menos una "pelota"; tambien , todos, absolutamente todos, deberíamos, ser "pelotas" para los demás. ...Por una vida mucho mas fácil.

¿...Y tú?. ¿Qué opinas?. ¿Has encontrado a tu "pelota"?. ¿Continúas buscándola?. No flaquees. Sé insistente...


2 comentarios:

  1. Cuánta razón tienes! Pero... lamentablemente, así somos las personas.
    Afortunadamente, yo sí he tenido la fortuna de encontrar a "mi pelota".
    Buena suerte a ti también!!!

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    Respuestas
    1. Muchas gracias por tu comentario. Yo también, con el tiempo, he tenido la fortuna de encontrar mi "pelota".

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Paco Fernández