jueves, 19 de marzo de 2015

130. ESPERAR A LA MUERTE

La "no-concentración" y el miedo, sin duda alguna, suponen para mí los dos aspectos más paralizantes a la hora de ponerme a escribir. En determinadas ocasiones, la primera, la falta de concentración, me impide terminar - puede que incluso, iniciar - algún tipo de texto con el cual podría lograr sentirme cómodo; aquel que, una vez finalizado, me permitiría experimentar un cierto grado de satisfacción personal. Otras veces, la duda, el temor a no acertar a elegir las palabras adecuadas, a no expresarme con suficiente claridad y soltura, representa para mí un importante obstáculo. Ambos rasgos - la ausencia de concentración y el miedo - con frecuencia, me obligan a establecer una dura y enérgica lucha personal, una batalla de la cual procuro salir siempre victorioso, y normalmente, creo conseguirlo. Al menos, prefiero pensarlo así. A base, claro está, de persistencia, de no darme por vencido.

"No-concentración" y miedo, miedo y "no-concentración". Mis mayores preocupaciones al disponerme a escribir. Lo que me mantiene a toda costa pertinaz, son las ganas de aprender, de superarme, de avanzar e ir adquiriendo algunos conocimientos más. Aunque sean pocos. Con calma, sin prisa pero sin pausa. Ese es siempre mi objetivo, el fin que persigo: el afán de superación, de conocer algo nuevo. He leído por ahí que "uno comienza a ser viejo cuando ya no tiene interés por nada, cuando cree que no necesita aprender más". Si esto es así, a mí que borren de la lista; yo no quiero alcanzar la vejez, no me interesa llegar a viejo, a convertirme en un huraño y rancio vejestorio que no encuentra otra cosa mejor que hacer más que "esperar a la muerte".

Del mismo modo, también debo tener presentes otros dos  importantes elementos que influyen enormemente en esta pretendida labor mía de escritura-aprendizaje: el espacio y el momento. Intentaré explicarlos.

Con espacio me estoy refiriendo al sitio físico en el cual pueda estar escribiendo durante un buen rato. Este, lógicamente, ha de ser un lugar tranquilo, con ausencia de ruidos estruendosos o interrupciones, en el cual me sienta aislado, ajeno a todo lo que ocurre a mi alrededor, concentrado única y exclusivamente en aquello que tengo entre manos, sin distracciones que desvíen mi atención hacia otros asuntos. Una cafetería no muy concurrida o la biblioteca son espacios perfectos. Igualmente, sentado en el coche, estacionado en un aparcamiento. Si es posible, junto al mar, oyendo de fondo el acompasado sonido que producen las olas o el canturreo de las diversas aves que puedan poblar la zona. Otro lugar excelente. En él me siento como apartado del resto del mundo, desconectado. Un ambiente idóneo que contribuye a crear las condiciones necesarias para permitirme plasmar en forma de escritura aquellas ideas que se me vayan manifestando. 

Los momentos, el segundo aspecto al que hacía referencia anteriormente, son intervalos de tiempo, en ocasiones, tan sólo instantes, en el transcurso de los cuales, me siento especialmente inspirado. Durante ellos mi mente se llena de pensamientos, de ideas, de buenas ideas. Se me vislumbran posibles temas a tratar en el blog, así como el modo de abordarlos o me imagino diferentes escenas para el desarrollo de un relato. Durante estas ocasiones me siento especialmente creativo, con gran ilusión, entusiasmado, a veces eufórico, con unos enormes deseos de comenzar, de llevar a cabo cada uno de esos posibles proyectos - para mi son eso, proyectos - que, de momento, sólo se encuentran en mi mente y son producto de mi imaginación. Son momentos especiales, fructíferos, que debo aprovechar hasta el punto de que, en ocasiones, anoto o gravo lo que se me ha ocurrido antes de que se me olvide.

Es mi opinión. Se puede estar de acuerdo o en desacuerdo. Tanto, en un sentido como en otro, agradezco cualquier comentario, lo cual seguramente será enriquecedor para mí. Muchas gracias por leerme y un fuerte abrazo. Hasta la próxima entrada, espero que de interés para todos.

miércoles, 11 de marzo de 2015

129. LA INGENUIDAD DEL PODEROSO

- Soy muy rico, amigo. A lo largo de los últimos años, desde mi salida de Asturias, he ido acumulando una considerable fortuna. Pero, lamentablemente, estoy sólo, sin nadie. No tengo hijos, no sé a quién dejársela el día que yo me muera. Quédate con mi nombre, porque mi fama irá en aumento, te lo aseguró. En los próximos años, oirás hablar mucho de mí. Las televisiones de medio mundo se pelearán por conseguir, en primicia, una entrevista conmigo.

Lo escrito anteriormente, corresponde a parte de lo que, en cierta ocasión, hace unos diez años, me comentó un cliente. Se encontraba en Asturias, de donde había partido durante su juventud en busca de nuevas oportunidades. De todos modos, la "tierrina tira". Le agradaba regresar al menos una vez al año, aunque sólo fuese por unos días. Me dijo, igualmente, su nombre y apellidos, además de su lugar de residencia, donde ejercía su profesión inmerso por completo en el mudo de los negocios, en un sector, sin lugar a dudas, enormemente competitivo – según sus propias palabras -, pero muy, muy rentable.

Es importante aclarar que este buen hombre se encontraba ligeramente bebido y se le veía contento, bastante alegre. Animado y extrovertido, tal vez, en exceso. Me pareció muy simpático, buena gente y de trato sincero y agradable.

Desde un primer momento, conocedor de la ciudad y de su ambiente, estaba perfectamente seguro del lugar al que quería ir, de dónde encontraría la mejor diversión a altas horas de la madrugada. Ya, al introducirse en el taxi, me saludó educadamente, con gran cortesía y me indicó que le llevase a un reputado club de Oviedo, a un puticlub. Deseaba pasárselo bien, en un local lleno de chicas, capaces de alegrarle el fin de semana. Eso le ayudaría – según me manifestó - a regresar a su rutina diaria, al otro lado del mundo, con nuevos ánimos, con aires renovados.

No es mi intención abordar en esta entrada su modo de divertirse, de si moralmente está bien o mal su proceder o muchos otros aspectos que pertenecen a la privacidad de este señor. Se trata de su vida. Por suerte, aunque algunos discrepen conmigo, España es un país en el que existen las libertades. Cada uno de nosotros tenemos la posibilidad de elegir lo que de verdad deseamos hacer con nuestra existencia. Hay varios caminos posibles y todos disponemos del derecho de avanzar por unos o por otros, respetando siempre a los demás y cumpliendo las leyes que se encuentren vigentes. Es una elección personal,  que solo concierne a cada cual, de manera individual. No somos quienes, no tenemos derecho a juzgar los comportamientos ajenos.

Lo que sí quiero destacar aquí es su gran ingenuidad, la de un hombre de mundo, con grandes y ricas experiencias, de un elevado nivel cultural, miembro de varios consejos de administración y presidente de uno de ellos. Con sus conocimientos, con su posición social, no es fácil entender cómo pudo hablar tan a la ligera y dar tanta información sobre sí mismo, sobre su vida, a un taxista, a una persona que acaba de conocer. No sabía absolutamente nada de mí. Pudiera darse el caso de que yo fuese un tipo sin escrúpulos, capaz de secuestrarle, de idear alguna clase de plan maquiavélico, quizás, en connivencia con una prostituta – grabándole, por ejemplo - con el objeto de chantajearle o arruinarle la vida o la reputación. Todo ello, por beberse unas copas y disfrutar de una noche de juerga.

Al llegar a mi casa, con su nombre y apellidos, además de su cara, buscando en Internet, averigüe muchos más datos sobre él. Era cierto. No me había mentido, ni lo más mínimo. No se trataba de un fanfarrón, sino de un hombre muy importante, enormemente influyente en todo un continente, introducido en grandes y lucrativos negocios. Lo de llegar a ser tan famoso, hasta el punto de que se lo disputasen las cadenas de televisión, no creo que lo haya conseguido. De todos modos, aún está a tiempo. Actualmente, a pesar de ser una persona bastante mayor, continua estando muy activo y trabajando duramente. Ojalá consiga encontrar aquello que busca. Se lo deseo de todo corazón. 

Es mi opinión. Se puede estar de acuerdo o en desacuerdo. Tanto, en un sentido como en otro, agradezco cualquier comentario, lo cual seguramente será enriquecedor para mí. Muchas gracias por leerme y un fuerte abrazo. Hasta la próxima entrada, espero que de interés para todos.