viernes, 19 de septiembre de 2014

113. CON ASOMBRO, VIVIENDO LO PEQUEÑO

“Es importante enseñar a estudiar por cuenta propia, a buscar por cuenta propia, a asombrarse”. – Mario Bunge, (1.919- ), físico, filósofo y humanista argentino
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Según la R.A.E., asombrar es “causar gran admiración”. Es decir, sin lugar a dudas, podemos afirmar que asombrarse consiste en maravillarse, en sentirse uno mismo admirado por alguien o por algo. Que nosotros admiramos un acontecimiento o a una determinada cosa o persona. Bonito concepto y saludable forma de ser y de entender la vida. Es una lástima que esta capacidad nuestra, que nos es regalada, de manera innata, se nos vaya mermando con el paso de los años.

Niña jugando
Como personas, creo que podemos considerar una estupenda cualidad el hecho de ser observadores, unos auténticos captadores de la realidad, de un modo especial, de los acontecimientos cotidianos y sencillos que nos toca vivir día a día. Pero esto, lamentablemente, sobre todo siendo adultos, no es lo que hacemos. Deberíamos aprender a notar, a descubrir aquellas cosas que, quizás al acontecer de una manera más o menos habitual, es muy fácil que se nos escapen, que pasen desapercibidas, sin que ni siquiera nos demos cuenta de ello.

Aprendamos de los niños, incluso de los recién nacidos. Un bebé, desde el momento de su llegada, identifica a su mamá al oírla hablar. A pesar de no verla – durante los primeros días de vida -, sabe quién es y se siente seguro y protegido por ella. Solo por su voz. Por lo tanto, no es nada extraño que manifieste su entusiasmo, su alegría, en ocasiones euforia, y se tranquilice con su presencia. Conforme se le van desarrollando los diferentes sentidos, poco a poco, va descubriendo todo un maravilloso mundo, el que le rodea. Es muy perceptivo, apreciando cualquier sonido, toda una gama de colores, objetos, olores,… que le acompañarán durante el resto de su vida. Pero las primeras veces que los descubre, eso, eso es algo increíblemente maravilloso. Un auténtico espectáculo que celebra con muestras de alegría, sonrisas y hasta carcajadas.

Cuando un niño pequeño, tras dar sus primeros pasos, camina descalzo por el parque o por la playa, esa experiencia, él, la convierte en una auténtica fiesta, en algo único y fascinante. Digno de ser celebrado. Y bien que lo celebra, dando muestras de una enorme alegría, de gozo, llegando incluso a la euforia. Lo que para los adultos puede ser un acontecimiento absolutamente normal, totalmente trivial, sin ningún tipo de trascendencia, (dar un paseo por el campo o por la playa, por su arena), para un pequeño de corta edad, se trata de una especie de “milagro” que en ese momento le toca vivir. Y se siente maravillado por ello, asombrado. Lo mismo se ha de decir del hecho de ver su imagen reflejada en un espejo. Cuando la descubre, comienza a buscar detrás de este, quiere  tocar a ese otro nene que tanto le gusta y que se ha convertido, así, de improviso, en su nuevo amigo. Igualmente, al oír hablar a otros niños, se siente identificado con ellos y le agrada su tono de voz. Le gusta escucharlos y percibe que son como él, pequeñitos, que posiblemente, también se encuentran en un proceso en el cual están descubriendo poco a poco el mundo que les rodea y todo lo que en él está aconteciendo. ¡Yuuuuupi!. ¡Cuántas cosas verdaderamente asombrosas y extraordinarias estoy descubriendo!. Solo por eso, ya merece la pena vivir, es estupendo habitar en este planeta que es el nuestro, el de todos, la tierra.

Si se me permite, narro a continuación una experiencia personal que, en su momento, me hizo muchísima gracia. Recuerdo cuando mi hijo se encontraba dando sus primeros pasos. Era una tarde soleada por lo que decidimos llevarlo a un centro ecuestre para que contemplase los caballos. Al llegar, aún en el aparcamiento, se dio cuenta de que un niño no se separaba de su lado. Le seguía  a cualquier parte, de manera insistente. Incluso, para más recochineo, se permitía imitar cada unos de sus movimientos. Mi hijo, comenzó, entonces, a correr detrás de él para alcanzarlo. Se pasó gran parte de la tarde intentando cogerlo. Puede que por cansancio o porque se dio cuenta de que no tendría éxito en su cometido, decidió desistir, lo dejó por imposible. Era su sombra, el descubrimiento del día. Todo un importante acontecimiento.

La practica de la meditación alivia tensiones
En fin, podríamos estar un buen rato enumerando ejemplos. Nacemos con una gran capacidad para asombrarnos, tanto de los pequeños y apenas perceptibles acontecimientos, como de los grandiosos e importantes. Pero, lamentablemente, creo que con el paso de los años, especialmente las cosas pequeñas, las más cotidianas, pasan sin pena ni gloria, sin que apenas les prestemos atención. Normalmente, ni siquiera nos enteramos de que están ahí, de que suceden. Es una lástima puesto que ello, creo yo, ocasiona que disfrutemos menos de la vida y de las alegrías que ésta nos puede dar.

Sentir una ligera brisa o, tal vez, algo de viento – más o menos fuerte - en las mejillas, mientras damos un relajante paseo por el campo o por la playa durante un día de primavera, disfrutando, así mismo, de una agradable temperatura;  caminar por el parque,  entre las hojas caídas de los árboles, en plena época otoñal, contemplando sus radiantes colores, percibiendo, además, un olor natural, propio de la estación en la que nos encontramos; observar durante un buen rato el bosque compuesto por árboles y vegetación de diversas especies, contando como punto de observación el alto de una colina; estar atentos a lo mucho que se divierten un grupo de niños en la celebración del cumpleaños de uno de ellos; encontrarse tranquilamente recostado en el sofá y recibir una inesperada muestra de cariño de tu hijo/@ , quien te regala un beso, a la vez que te dice “te quiero papá/mamá”, … Y, tantas y tantas situaciones que deberían ser siempre motivo especial de alegría y por las que sería bueno que diésemos gracias a la vida, puesto que tenemos la gran fortuna de disfrutar de ellas. Lo que nos hace falta es aprender a descubrirlas, a percibirlas, y a vivirlas como si fuésemos un poco niños.

Imaginémonos por un momento, solo por un momento, a una persona que es como cuando era niño. Sí, sí, digo bien, …como cuando era un “pequeñajo”, de corta edad. Pero, además, con la experiencia y los conocimientos propios de él mismo, en este caso, de adulto. Sinceramente, creo que puede que disfrutara mucho  más de la vida y de los diferentes e interesantes  momentos que esta le ofreciese. Los niños, saben gozar del instante, del “aquí y ahora”. Su capacidad de desconexión de asuntos ajenos al  juego que se tienen entre manos, es impresionante. De adultos, eso no lo hacemos. Nos cuesta centrarnos en algo concreto, sobre todo, si tenemos presentes otros asuntos que nos crean cierta inquietud y desasosiego.

Ya para terminar, os presento un vídeo titulado "El primer gusto", en el cual, se pueden ver las graciosas reacciones de varios niños al probar por primera vez diferentes alimentos, y percibiendo, por lo tanto, los sabores de estos.





lunes, 8 de septiembre de 2014

112. AQUI, ...“BLOGEANDO” DE NUEVO

“Detesto lo que escribes, pero daría mi vida para que pudieras seguir escribiéndolo”. - Voltaire (1694-1778),  filósofo y escritor francés.
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Con el presente post, reinicio de nuevo una saludable tarea como es la de publicar en mi blog, “La Atalaya, Un Rincón Para Soñar”. Me lo he propuesto, como si de un reto importante  se tratara. Al menos, eso es lo que pretendo que sea para mí: una especie de desafío, de algo que tengo y que debo hacer, con la obligación de no dejarlo, de no abandonarlo. Consciente de que esta labor  llega con un cierto retraso y tras una larga lista de intentos, todos ellos fallidos, esta vez sí, esta vez quiero llevarla a cabo y, de verdad, pretendo tomarla como una pequeña pero, a la vez, importante exigencia, a título personal, como un trabajo al cual uno se debe entregar y que tiene la obligación de dedicarle un tiempo. Las publicaciones que subiré, no necesariamente tendrán una periodicidad diaria pero, al menos, sí semanal. Mi propósito, por lo tanto, es comenzar y ser más o menos constante, sin un abandono total prolongado en el tiempo.
Puede que en alguna otra ocasión haya comentado uno o varios aspectos de los que a continuación voy a tratar.  En la presentación del propio blog, hablo un poco de ellos. No obstante, quisiera apuntarlos de nuevo aquí:

- El hecho de disponer de un blog, y la razón por la cual publico en este, se debe a diversos motivos pero, fundamentalmente, a que, de este modo, mantengo la mente activa, ocupada. Para no perder esa saludable costumbre que es pensar, reflexionar, meditar sobre determinados temas que pueden despertar mi interés y, quién sabe, ojalá, el de otras personas con inquietudes afines a las mías. Con objeto de cuidarnos, además de trabajar con nuestro cuerpo en forma de ejercicios físicos, debemos igualmente ocuparnos de la parte intelectual. Es decir, debemos ejercitar nuestra mente. Existen una gran cantidad de estudios, sobradamente probados, que así lo aconsejan teniendo como finalidad el disfrute de una calidad de vida adecuada, especialmente a ciertas edades, sobre todo avanzadas. Yo, desde luego, me considero un firme aspirante a llegar a ellas. Ahí es donde me quiero ver el día de mañana.

- Mi intención es gozar del maravilloso hábito de escribir y estar siempre dispuesto a aprender, a mejorar en el modo de hacerlo. Para ello, para escribir, no solo, única y exclusivamente, se debe caligrafiar una sucesión de palabras, una tras otra, como cuando hablamos. Uno no escribe lo mismo que lo que vocaliza. La comunicación oral es más espontánea, improvisada; sin embargo, la escrita, todo lo contrario, mucho más reflexiva y pausada. Tenemos que acostumbrarnos a redactar utilizando las palabras adecuadas y hacerlo en el orden más apropiado para una mejor comprensión. Es importante saber expresarse, no solo oralmente.

- Mientras me encuentro ocupado mediante la tarea de mantener mi blog al día, actualizado (buscando posibles temas de los que tratar, ideando la mejor forma de expresarme, averiguando palabras sinónimas,…), mientras lo hago, decía, no ejercito esa dañina labor que consiste en planificar y hablar de las vidas ajenas, de las de los demás, que ya tienen su propia vida, diferente de la mía. No pienso ni comento los defectos del amigo, del conocido, del compañero de trabajo, del pariente (más o menos cercano), de la aventurilla del vecino del quinto con una jovencita (¡...el muy cabroncete!), de la cual he tenido conocimiento por casualidad o sin ella,… No, …realmente, no pienso en esos temas, en esos “chismes de cocina”. Mi tiempo, más o menos “desocupado”, me lo absorben por completo mis dichosos escritos y su publicación en la bitácora.

- A través de estas publicaciones expreso mi opinión, comunico mi punto de vista, seguro que coincidente, al menos, en algunos aspectos, con otras personas. Tengo algo que decir. Todos nosotros tenemos algo que decir sobre un determinado asunto. Lo que pasa es que, la mayor parte de las veces, no se nos ocurre nada. Está ahí dentro, aletargado, en nuestro interior. Debemos acostumbrarnos a descubrir qué es, de qué se trata y proceder a exteriorizarlo, a expresarlo. De este modo, es muy probable que  abramos la puerta a un debate, debido a que no todas las opiniones (las de todos nosotros) tienen por qué ser coincidentes pero, eso sí, son igualmente respetables, las de cada uno. Es posible que opinemos de manera muy distinta sobre un tema, opinión que podremos defender con gran firmeza aportando argumentos; estamos en nuestro derecho, ¡faltaría más!. Nadie está en posesión de la verdad absoluta.

- Es probable que, en ocasiones, escriba sobre un asunto del que ya lo había hecho con anterioridad. A día de hoy tengo publicadas 111 entradas. Luego, a la hora de planificar una nueva, puede que, en algún momento, no me dé cuenta de que ese tema ya lo había tratado. Especialmente, si no era el asunto principal de la entrada en cuestión. Pido disculpas por si se diera este supuesto. De todos modos, debemos tener en presente de que nuestra opinión sobre un asunto, mi opinión, es variable. Porque ha transcurrido un espacio de tiempo, porque las circunstancias que ahora se dan son diferentes, porque disponemos de nuevas experiencias y/o conocimientos,… Los argumentos que seamos capaces de aportar ahora pueden ser muy distintos a los esgrimidos en un tiempo pasado.